El mundo en vilo: EE.UU. bombardea Irán, Teherán amenaza con cerrar Ormuz y Sánchez logra un pacto con la OTAN
El ataque de EE.UU. a Irán agita el equilibrio global mientras España logra margen de maniobra en la nueva estrategia de inversión en defensa de la organización transatlántica
El ataque de Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes ha reactivado tensiones regionales y globales con consecuencias inmediatas: amenazas de cierre del estrecho de Ormuz, aumento del precio del petróleo y un nuevo eje diplomático entre Teherán y Moscú. En paralelo, la OTAN redefine sus compromisos de gasto militar con una meta del 5% del PIB que España ha logrado matizar. Mientras se intensifican los equilibrios de poder, el Gobierno español defiende una contribución soberana a la seguridad sin renunciar al Estado del bienestar.
1. El regreso del unilateralismo: Trump ataca Irán
La madrugada del sábado, la Casa Blanca lanzó la Operación Martillo de Medianoche, un ataque aéreo masivo contra las instalaciones nucleares iraníes en Fordow, Natanz e Isfahán. Fue la primera operación militar estadounidense en territorio iraní desde 1979. 125 aviones, 75 proyectiles y 14 bombas antibúnker GBU-57 de más de 13.000 kilos, en lo que el Pentágono define como una “acción quirúrgica de destrucción total”.
La magnitud del ataque y la exclusión del Congreso demócrata en las notificaciones cuestionan los principios del derecho internacional y recuerdan las intervenciones unilaterales del periodo George W. Bush. En esta ocasión, también aparece la existencia de supuesto armamento (nuclear). La retórica de Trump ha vuelto a presentarse como “decisiva” y “espectacular”, pero reaviva el temor a un nuevo ciclo de inestabilidad en Oriente Medio.
2. Irán contraataca: diplomacia congelada y amenaza global
La respuesta iraní no se ha hecho esperar. El presidente Masud Pezeshkian y el ministro de Exteriores Abbas Araghchi han denunciado la escalada bélica, responsabilizando directamente a Washington de dinamitar las negociaciones diplomáticas y actuar como respaldo de los bombardeos israelíes que han causado más de 400 muertos en la última semana.
Entre las posibles represalias, destaca una que ya ha comenzado a materializarse: el cierre del estrecho de Ormuz, punto de tránsito del 30% del crudo marítimo mundial. El Parlamento iraní ya ha aprobado la medida, a la espera del visto bueno del Consejo Supremo de Seguridad Nacional. En cuestión de horas, el precio del petróleo ha subido un 10%, y los combustibles, un 0,4%, con previsiones de impacto inflacionario global.
Irán, además, amenaza con abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), cuestionando su eficacia tras sufrir un ataque por parte de dos potencias nucleares: EE. UU. e Israel.
3. Rusia entra en escena: ¿alianza estratégica o apoyo simbólico?
Pocas horas después del ataque estadounidense, el ministro de Exteriores iraní, Araghchi, anunció un viaje urgente a Moscú para reunirse con Vladimir Putin. El mensaje era claro: reafirmar la “asociación estratégica” entre Irán y Rusia y coordinar posiciones ante un posible escenario de escalada. Pero esta escenificación de unidad choca con una realidad más áspera: la capacidad de Rusia para defender a sus aliados ha quedado seriamente debilitada desde el inicio de su invasión a gran escala de Ucrania en 2022.
Rusia atraviesa su cuarto año de guerra, con un frente militar estancado, una economía sancionada y un creciente desgaste diplomático. Aunque ha mantenido vínculos estrechos con Teherán —recibiendo drones iraníes para atacar Ucrania a cambio de cooperación en el programa nuclear civil—, su margen para intervenir directamente en otros conflictos se ha reducido drásticamente. El Kremlin ha endurecido su retórica y se ha ofrecido como interlocutor, pero no ha demostrado capacidad real para disuadir ataques contra sus socios estratégicos. La posición rusa, en ese sentido, reproduce el patrón observado con Siria: fuerte apoyo diplomático y militar a largo plazo, pero escasa capacidad de reacción inmediata ante ofensivas occidentales.
4. Europa descolocada. España, firme pero soberana
En medio de esta escalada, los aliados europeos de la OTAN debaten cómo responder. Y España ha marcado un perfil propio. Pedro Sánchez ha logrado pactar con el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, una cláusula de flexibilidad que le permite no alcanzar el 5% del PIB en gasto militar. Mientras Trump exige rearme, Sánchez apela a la soberanía presupuestaria y a la defensa del Estado del bienestar.
Esta última cuestión no es baladí, en un momento en el que el presidente estadounidense busca presionar económicamente a los Estados europeos a los que viene acusando de invertir poco en defensa. Un coste que según él ha asumido Estados Unidos al proporcionar el “paraguas” de la OTAN. Una retórica que busca chivos expiatorios externos que justifiquen la desigualdad que asola al país norteamericano que carece de sistemas de bienestar como los europeos.
“El mundo empieza a asomarse a un abismo oscuro”, ha declarado Sánchez. España cumplirá con los objetivos de capacidades militares, pero no comprometerá su economía a una carrera armamentística que considera “desproporcionada”.
La excepción española se une a la “excepción ibérica” en política energética, consolidando un modelo propio de participación aliada crítica. Frente al alineamiento incondicional, una apuesta por el multilateralismo flexible.
5. ¿Y ahora qué?
El tablero internacional se ha sacudido con una violencia que no deja espacio a la indiferencia. Estados Unidos bombardea Irán; Irán amenaza con cerrar el Estrecho de Ormuz, y Rusia asume un papel de aliado más simbólico que operativo. En medio de ese temblor, Europa observa y reacciona con cautela, mientras España trata de redefinir su lugar en el mundo sin renunciar a su propio modelo.
La pregunta ya no es si esto afectará a España, sino cómo y en qué medida. Si Irán cierra Ormuz —una medida que ya cuenta con el respaldo del Parlamento iraní—, la presión sobre los mercados será inmediata. El petróleo ha subido un 10% en cuestión de horas, y ese encarecimiento puede alimentar una nueva ola inflacionaria justo cuando Europa comenzaba a estabilizarse.
Pero las consecuencias van más allá de lo económico. Si Teherán abandona el Tratado de No Proliferación Nuclear, se quebrará uno de los pocos marcos multilaterales que aún contenía la carrera armamentística en la región. Y si Washington decide mantener su ofensiva o Irán responde atacando posiciones estadounidenses en Oriente Medio, la espiral está servida.
Para España, la tensión llega justo cuando ha logrado mantener una posición autónoma dentro de la OTAN. El Gobierno ha defendido su soberanía presupuestaria sin romper con la Alianza. Pero en un entorno donde el rearme se presenta como respuesta automática, esa decisión será observada con lupa y puede marcar el camino a otros países como Italia.
El mundo entra en una nueva fase. Las alianzas se tensionan y el margen para matices parece estrecharse. Los próximos días no traerán certezas, pero sí señales. En las decisiones que se tomen —o se eviten— se irá perfilando un nuevo equilibrio, más volátil, más incierto. Y, quizás, más peligroso.
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