¿Tiene viabilidad Sumar en la coyuntura actual?
La plataforma liderada por Yolanda Díaz atraviesa una crisis estructural y de sentido, atrapada entre la subordinación al PSOE, la falta de relato propio y el desencanto de sus aliados territoriales
En la política española, pocas cosas envejecen tan rápido como la promesa de una nueva formación de izquierdas. La plataforma Sumar, nacida en torno al liderazgo bien valorado de Yolanda Díaz —avalado por su perfil técnico y su papel en el Gobierno de coalición como ministra de Trabajo— aspiraba a recomponer el espacio a la izquierda del PSOE tras el cierre de la etapa de Unidas Podemos. Hoy, sin embargo, atraviesa una crisis de identidad, cohesión y horizonte estratégico. La reciente decisión de Més Compromís de abandonar el grupo parlamentario para pasar al Grupo Mixto no es un hecho aislado, sino el reflejo de un proceso de descomposición de un proyecto que nunca terminó de definirse.
De promesa fundacional a presencia desdibujada
Sumar fue concebida como un nuevo actor político, pero ha acabado atrapado en la indefinición orgánica. Nació como algo más que una coalición, pero menos que un partido: una plataforma con voluntad integradora, que no ha logrado dotarse de una estructura funcional, de una dirección clara ni de una base militante propia. A día de hoy, Sumar es poco más que el núcleo político de Díaz y el conjunto de formaciones que concurrieron en coalición en las elecciones generales de 2023. Su presencia territorial es débil; su implantación social, prácticamente inexistente.
La fragilidad institucional de Sumar confirma una vez más la dificultad histórica para consolidar una estructura partidista sólida a la izquierda del PSOE. Lo que prometía ser un sujeto político de nuevo tipo se ha convertido en una marca electoral vacía, sin densidad organizativa ni capacidad de movilización autónoma. Estas carencias se han dejado a la suerte de ser compensadas por el resto de organizaciones, como Más Madrid, lo Comunes o Izquierda Unida.
El relato fundacional, que hablaba de una izquierda “tranquila pero valiente”, capaz de tejer alianzas entre partidos, movimientos sociales y ciudadanía desencantada, ha quedado desdibujado. Hoy, Sumar tiene presencia institucional, pero su viabilidad más allá del tiempo que permanezca en el Ejecutivo está cada vez más en entredicho. No acostumbra a marcar agenda, su visibilidad mediática es escasa, y su narrativa política carece de fuerza.
Un liderazgo menguante y una coalición sin pegamento
Díaz mantiene una posición institucional relevante, pero ha perdido buena parte del capital político que la distinguía. Su renuncia a ejercer el liderazgo en momentos críticos ha acelerado el desgaste de su figura pública. Su silencio tras las derrotas electorales, su dimisión como coordinadora de Sumar y su ausencia del hemiciclo durante una de las semanas más difíciles para el Gobierno han consolidado la imagen de un liderazgo fatigado. Lo que antaño fue frescura y solvencia se ha convertido en retraimiento y pérdida de iniciativa. No son pocos los sectores que ya proyectan una eventual “solución Bustinduy” como alternativa para las próximas elecciones generales.
Fractura territorial y señales de declive
El caso de Més Compromís es una advertencia clara: las formaciones periféricas no encuentran incentivos suficientes para mantenerse en un proyecto que ni les da visibilidad ni les garantiza influencia. A ello se suma un malestar creciente en otras fuerzas como la Chunta Aragonesista o Més per Mallorca, que también valoran abandonar el grupo parlamentario. Además, la lógica de reparto de poder ha generado un efecto centrífugo: aquellas fuerzas sin cargos en el Gobierno perciben su permanencia en Sumar como un coste sin retorno político.
En términos electorales, los datos son elocuentes. Las encuestas más recientes sitúan a Sumar por debajo del 7 % en intención de voto, y sufre especialmente entre los votantes jóvenes, que tienden a optar por el PSOE como voto útil o por opciones más ideológicas. En las elecciones europeas, no logró capitalizar el descontento, ni conservar el voto urbano progresista que fue clave en ciclos anteriores.
El contraste con Podemos: oposición simbólica
Tampoco ha resuelto Sumar su pugna con Podemos, que —pese a su declive organizativo— ha encontrado un nuevo espacio en la oposición simbólica. Desde fuera del Gobierno, Podemos ha optado por reconstruirse con un discurso más ideológico, polarizado y combativo, marcando así una diferencia nítida con el tono institucional y contenido de Sumar. Esta estrategia le permite interpelar a un electorado que sigue demandando una izquierda más radical y más confrontativa con el poder.
En esa comparación, Sumar queda desdibujado: no posee la radicalidad discursiva de Podemos, ni la capacidad de gestión del PSOE, ni el músculo territorial de las fuerzas nacionalistas. Se ha convertido en una izquierda sin relato, sin emoción, sin comunidad política.
¿Qué papel juega hoy Sumar?
La pregunta clave no es si Sumar conserva fuerza institucional —que la tiene, aunque menguante—, sino cuál es su propósito político. En su papel como socio menor del Gobierno, sin capacidad real para imponer condiciones ni para diferenciarse, ha quedado atrapado en una posición ambigua. No puede atribuirse los logros del Ejecutivo, ni ofrecer una alternativa transformadora.
Este es, quizá, el mayor dilema: ha devenido en un gestor sin épica, en un aliado disciplinado sin proyecto, en un actor atrapado entre la institucionalización fallida y la irrelevancia. La falta de tensión ideológica, su escasa visibilidad comunicativa y su desconexión territorial alimentan esa deriva.
La viabilidad de Sumar no depende únicamente de su presencia parlamentaria ni de su cuota de poder en el Gobierno. Depende de si aún conserva capacidad para reconstruirse como actor político con sentido. Esto requiere de una estrategia definida, un liderazgo potente, un proyecto ideológico coherente y una narrativa que vuelva a conectar emocionalmente con el electorado. De lo contrario, Sumar seguirá el camino de tantas otras formaciones que, tras irrumpir como promesa, se diluyeron. El espacio político a la izquierda del PSOE existe. La cuestión es si Sumar será capaz de liderarlo o simplemente lo ocupará hasta desaparecer.
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